Atmósfera de universidad
Mediados de marzo: las autoridades decretan la suspensión de la actividad presencial en las universidades. Los campus se quedan vacíos, pero la vida en la universidad no se detiene. Algunas, como fue el caso de la Universitat Abat Oliba CEU, tardan escasamente dos días en levantar un sistema de docencia online. En general, todo el sistema universitario demuestra una gran capacidad de regeneración para garantizar la docencia.
La docencia estaba salvada. Pero a la experiencia universitaria le pasa lo mismo veía Sabina en las canciones: no basta con que haya un buen texto, una bella melodía, un buen arreglo y una bella interpretación, tiene que concurrir un elemento que nadie sabe lo que es y que, en realidad, es lo único que importa.
Así, para salir airosa del trance de marzo -y del posterior cierre parcial de octubre- la UAO CEU necesitó poner en sobre el tapete la mejor tecnología, unos docentes motivados y preparados y una capacidad de adaptación para adecuar la docencia y la evaluación a nuevos formatos y circunstancias. Con todo, no habría sido suficiente si no se hubiera agregado ese elemento intangible que hace que el frío currículo se convierta en experiencia transformadora. Llamémosle atmósfera.
La atmósfera universitaria es algo inefable, pero se puede conocer a través de sus expresiones. Cuando el grupo de teatro se decide a seguir con sus ensayos a distancia y hacer su representación anual de forma online, es que hay esa atmósfera. Cuando el Servicio de Lenguas y el de Actividades Culturales no se resignan a dejar de celebrar Sant Jordi y organizan un ‘Sant Jordi Slam’ digital, es que hay esa atmósfera. Cuando el Voluntariado no se detiene, cuando el Servicio de Deportes sigue preocupándose de la actividad física de la comunidad universitaria, cuando el Coro aporta su voz a un ‘Gaudeamus Virtual’, cuando la Biblioteca crea una nueva plataforma de préstamo y documentación, es que, indudablemente, hay atmósfera de universidad.
Y así, pulgada a pulgada, como predicaba De Niro en Un Domingo Cualquiera, se genera el ambiente típicamente universitario. Ninguno de estos elementos por sí solo sería suficiente, ni tampoco la mera suma de todos ellos. Pero, puestos en conjunto, se desencadena un factor multiplicador que es el principal valor de los años de universidad: la sensación de estar en el lugar adecuado para descubrir lo mejor de uno mismo. Ser universitario es empaparse de esa atmósfera: dejar que la universidad pase por uno y no limitarse a pasar por la universidad.