El Derecho no se entiende sin las personas

Circula en la sociedad la idea de que el Derecho es una disciplina que se limita a la ley, un estereotipo que deja poco margen de originalidad y creatividad a la tarea del jurista. Se ha creado en torno al Derecho un cliché de inmovilismo, de ser un campo de conocimiento poco dado a la originalidad y reticente a los cambios. Nada más contrario a la realidad de la actividad jurídica.

El Derecho se sirve de la ley pero sirve a la sociedad. Esto obliga al jurista a estar en permanente estado de alerta. Al fin y al cabo, lo que el Derecho ofrece es un marco que permite a las personas relacionarse con seguridad y confianza. No son normas arbitrarias, sino que reflejan una idea de equilibrio entre los intereses en juego, y esta noción de equilibrio es cambiante, se ve alterada por la evolución social.

Por ejemplo, actualmente, la sociedad digital provoca confluencias y contraposiciones de intereses insospechadas hace una década. Hay que buscar nuevos equilibrios, y para ello hay que tener capacidad de entender el contexto. Sólo así se generarán soluciones estables y satisfactorias. Éste es el gran desafío del jurista de hoy. El Derecho no requiere grandes “almacenadores” de códigos, sino personas, entre otras, con las siguientes cualidades:

• Poseer un buen hábito de lectura, disfrutar leyendo, capacidad de observación, de argumentación, de redacción, capacidad de análisis y comprensión de textos; además de una buena retórica y oratoria.

• Ser empático, saber tratar a las personas y sus conflictos con el fin de ayudar a través de la interpretación y valoración adecuada de las leyes y normas vigentes.

• Saber que, aparte de estudiar todas las materias del plan de estudio, hay que ser consciente que es básica la realización de prácticas, ir ganando experiencia, tener contacto con el mundo laboral del Derecho antes de salir de la universidad.

• Tener interés por conocer las distintas ramas del Derecho (civil, mercantil, laboral, administrativo, fiscal, constitucional, procesal o penal) y de las diferentes profesiones ligadas con lo jurídico (abogacía, procuraduría, judicaturas, notarías, registros, carrera diplomática, etc.). Este conocimiento conducirá a determinar el ámbito concreto de especialización, cuestión clave en el mundo jurídico.

• Saber que una vez obtenido el título de abogado, no se acaban los estudios. La aplicación y defensa de la ley es tarea diaria y ésta cambia, hay que estar en continua formación para realizar un correcto desempeño de la profesión.