En esta ocasión, estando la Universidad inmersa en pleno periodo de exámenes, hemos querido dedicar este artículo a algo que durante estos días cobra especial relevancia, el estudio. Para ello no hemos querido ahondar en las diferentes teorías psicológicas sino presentaros la experiencia natural, divertida y cercana de una alumna de esta casa, Itziar Adell, recientemente premiada con el Premio Ángel Herrera a la mejor alumna del Grado de Psicología. A continuación, su artículo:
Nos pasamos toda nuestra vida estudiando, casi desde la cuna. Empezamos en primaria -más al ralentí- y seguimos haciéndolo sin parar, ya con el acelerador apretado hasta el fondo, en los estudios superiores. Pero ni siquiera se acaba ahí. Cuando por fin entramos en el tan temido mundo laboral, incluso entonces tampoco descansamos, pues la psicología -como es mi caso- es una profesión que requiere formación constante.
Por eso, porque lo hacemos prácticamente desde que tenemos uso de razón, se podría pensar que estudiar es fácil. En cierto modo es así, porque el estudio no oculta un enorme y profundo secreto como si fuera una tumba faraónica. No obstante, sí que es verdad que supone un reto mayor (y un esfuerzo extra) para algunas personas más que para otras. Por eso, os robaré unos minutos de vuestro tiempo para explicar qué trucos (o técnicas) me han servido a mí a la hora de ponerme a estudiar, lidiando con libros y apuntes, en vista de que no me ha ido mal del todo.
Empezaría diciendo que hay que organizarse, que lo importante es empezar a estudiar con antelación para que no vernos los días antes al examen y no saber si estudiar o echarnos a llorar hasta deshidratarnos. Pero seamos honestos, nadie lo hace. Y aquellos que sí, son especímenes dignos de ser estudiados. Todo el mundo se plantea empezar a estudiar con tiempo, pero luego la vida ocurre y nos lo impide. Con trabajos y exámenes hasta el último momento, asuntos personales…, la vida en general, no siempre es fácil hacerlo. Yo soy la primera que muchas veces se ve agobiada por la proximidad de los exámenes, pero tengo mis trucos para afrontar cualquier examen.
En primer lugar, para estar en buenas condiciones cuando suene el pistoletazo de salida es necesario tener unos buenos apuntes y para ello es necesario ir a clase. Es como para practicar cualquier deporte: debemos ir bien equipados, porque eso ayuda. Sé que muchas veces nos apuntamos a carreras solidarias y hasta compramos la camiseta y nos colgamos el dorsal y decimos a nuestros amigos orgullosos que vamos a hacer un carrerón, pero a la hora de la verdad… no estamos en la línea de salida y mucho menos en la meta. ¡Es que era un palo de cursa popular! ¡Y a unas horas! Como cuando nos apuntamos al gimnasio…
Con las clases pasa igual. Tenemos el dorsal, pero también una mochila llena de excusas para no ponerlo en nuestra camiseta y colocarse en posición de “listos” en el aula. Lo sé. No siempre es fácil ir a clase. Estamos en la universidad, hay más libertad y da cierta pereza ir a clase, y más cuando no todas las asignaturas son igual de agradables e interesantes. Pero de verdad os garantizo que la mitad del trabajo está hecho solo asistiendo a clase.
Con esta simple jugada, os marcáis tres tantos. Primero: os aseguráis tener todos los apuntes controlados y en orden, saber qué es importante y qué es lo que entra para el examen (muchos profesores van soltando alguna pista durante las clases). Segundo: a la hora de poneros estudiar, todo os sonará (no será como leer chino por primera vez) y podréis entenderlo todo más rápido. Y tercero: no iréis perdidos y no tendréis que recurrir a otro compañero que puede estar incluso más desorientado que vosotros.
Obviamente, con esto no bastará. Pero es un buen principio. Después habrá que dedicarles a esos apuntes el tiempo y el esfuerzo necesario para entenderlos, interiorizar la substancia y memorizar su contenido. A partir de este punto es cuando el abanico de posibilidades a seguir es más amplio, porque cada persona tiene su método de estudio. Y la mayoría de ellos son igualmente válidos si se aplican con tesón y constancia.
Hay quienes necesitan tenerlo todo transcrito de forma muy esquemática, otros que necesitan que su resumen sea muy visual, otros que parece que lleven en las carpetas un arco iris, otras cuyos apuntes parecen obras recién salidas de un museo… Hay de todo, y casi todo vale. Pero en mi caso -y sin intentar desvirtuar ningún otra forma de estudiar- yo necesito unos apuntes completos y bien redactados. Después siempre me los leo una o dos veces, subrayando y resaltando las palabras claves para tener una idea general clara de toda la estructura del temario y, a continuación, vuelvo a leerlos de forma más detenida y profunda, intentando interiorizar el máximo de temario, haciendo esquemas, dibujitos, inventándome trucos memorísticos graciosos y escribiendo las cosas tantas veces como sea necesario hasta memorizarlas. Para acabar de repasar, siempre repito el contenido en mi mente en cualquier momento: antes de irme a la cama, mientras como, yendo hacia la universidad… ¡incluso hasta en la ducha! Si se puede cantar en la ducha, también se puede estudiar, os lo aseguro.
Después de todo este rollazo que acabo de soltar, tal vez hayáis llegado a la conclusión de que esta información mía no os aporta nada, que cada uno tiene su manera de estudiar, que ha desarrollado y perfeccionado después de tanto tiempo y que no piensa cambiarla. Y es verdad. Pero no nos adelantemos al final, porque hay otras cosas a tener en cuenta más allá de lo que es estudiar en sí. Ahí van unas cuantas:
- Hay que tener claro que es mejor dedicar poco tiempo seguido pero intenso, a pasarse todo el día con la cabeza entre los apuntes pero con la mente dispersa. Así pues, lo primero que tenemos que hacer es eliminar todas las distracciones de nuestro alrededor. Fuera ordenadores y móviles. Si es necesario apagadlos o entregárselos a otras personas para que os los custodien, pero desconectaros de todo lo que no sea el examen.
- Es importante marcarse unos objetivos y que estos objetivos sean realistas y se puedan cumplir. No podemos vivir en las nubes, hacer como en el cuento de la lechera y pensar que en dos horas tendremos todo el temario aprendido y requeteaprendido. Debemos marcarnos unas metas más concretas y realizables como, por ejemplo, cinco o seis páginas en una hora.
- ¡Prémiate! Cada vez que alcances algunos de los objetivos que te has marcado, regálate alguna recompensa: comer algo que te guste, ver algún video corto, escuchar música, salir a dar una vuelta o tomar el aire, hablar con alguien… Cada uno debe encontrar aquello que le vaya bien y se sienta recompensado.
- En momentos de crisis… ¡respira! Cuando veas que no aguantas más y que vas a estallar. Haz un mini kit-kat. Siéntate con la espalda recta, coloca la mano en el abdomen y concéntrate en tus pulmones y en hacer respiraciones profundas (obligatorio hacerlo con los ojos cerrados), visualiza cómo entra y sale el aire.
- Encuentra tiempo para ti. Es importante saber que nuestra capacidad de concentración tiene un tiempo limitado, que no suele ser más de una hora. Así que cada hora -más o menos- es importante parar y desconectar. Una cosa que me gusta mucho hacer, sobre todo cuando estoy a punto de quedarme frita encima de los apuntes, es apagar las luces, ponerme algo de música y sentirme como Tom Cruise en Risky Business. Os reiréis, pero me permite desconectar, coger energías y volver a la carga con las pilas cargadas.
- Por último, pero no menos importante, es muy importante decirnos cosas bonitas. Diréis, ¿pero qué dice ahora esta loca? Pues sí, es muy importante. Mientras estudiamos siempre nos vienen pensamientos negativos: “suspenderé”, “no me da tiempo”, “por qué no habré empezado antes”, “soy tonto”, “no valgo para estudiar” … En el fondo, son pensamientos inevitables que siempre están al acecho y aprovechan un momento de debilidad para atacarnos y minarnos la moral. Pero se pueden contrarrestar. Debemos decirnos una y mil veces que somos los malditos amos, que podemos con esto y con más, que al fin y al cabo es solo un examen. Debemos sentirnos como la misma Cleopatra si es necesario, pero hay que convertir esos pensamientos en algo positivo. Si nos sentimos capacitados y motivados para ello, estudiar pasará de ser algo tedioso a otra cosa mucho más llevadera.
Y, ya se me estaba olvidando, nunca hay que separarse de nuestros mejores amigos: el café y el chocolate.
Espero que este intento de sentirme una experta os haya servido de algo. Gracias por dedicarme vuestro tiempo y atención, y espero que a todos os vayan genial los estudios.
Itziar Adell
Alumna de cuarto curso de Psicología y Criminología