La recuperación liquida de la troika

Supimos de la troika cuando las cámaras de televisión se pusieron a perseguirla por los aeropuertos donde aterrizaba con sus ordenadores portátiles sobrecargados con los megabyte del descrédito económico europeo. Era una imagen acuciante de la crisis, cuando la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo amenazaban con enviarte la troika como si fuera el lobo.

Aquellos personajes con sus maletines –los hombres de negro— llegaban para verificar el resultado de los paquetes de asistencia, el estado del rescate o la recapitalización del sistema bancario. Para España, la última visita de la troika coincidió con el visto bueno de Standard & Poor’s.

Durante meses de gran ansiedad, desde primera hora de la mañana los agoreros profesionales venían anunciando el rescate de la economía española, el corralito, la suspensión de los bancos, la salida de la zona euro o una catástrofe de la prima de riesgo. La troika iba y venía.

En el caso de Grecia, de difícil comparación con España aunque los agoreros la hacían, la troika se convirtió en el demonio y dio pie a la agitación social. Si uno quiere, de las crisis pueden aprenderse algunas cosas: una sería evitar escenificaciones tan desafortunadas como los desembarcos de la troika.

Aunque las decisiones del Parlamento Europeo tengan el peso que tienen y menos ya en campaña electoral, es indicativo que los eurodiputados tengan a mano un informe sobre la conveniencia de disolver la troika. Sería un indicio más de que lo peor de la crisis ha terminado, de que la recuperación está en curso y de que incluso puede ser más rápida de lo que podía imaginarse hace unos meses. Las reformas están dando resultados. Es el caso de España.

Como tantas otras cosas cuando surgió la crisis, la troika fue una improvisación. La Unión Europea, con bases pragmáticas, ya se ha puesto a suplir la improvisación por mecanismos institucionalizados. El sistema ha reaccionado y, aunque los populismos lo nieguen, parece sostenible que la Unión Europea no es el problema si no la solución.

Es más bien la hora para la política de rigor y responsabilidad. Es de suponer que ahora vaya calando la consideración de que la inestabilidad social y política ahuyenta a los inversores extranjeros, retrasa la fluidez del crédito y, en general, repercute negativamente en una salida pronta de la crisis. Absténganse los desestabilizadores y hagan un reciclaje profesional los agoreros.

 

Fuente: economiadigital

22/enero/2014

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